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El sabor del recuerdo

(Texto premiado en concurso de plazas públicas organizado por la web "La Opinión de la Gente")

EL SABOR DEL RECUERDO 

Sociedad

Por Jorge Aníbal Otaola (*)

Es un lugar referencial, de esos propios que se tienen en la patria chica.

Icono central de la ciudad cabecera, diagrama para mostrar sustento desde la línea de fortines, destinada a albergar el color estacional y receptora de los tributos poblacionales.

Con varias décadas a cuesta, la tradicional Plaza Mitre de la bonaerense 25 de Mayo cobija ideales e ilusiones con firmes pasos compartidos entre abuelos, padres e hijos.  

Sus veredas hicieron lucir los zapatos lustrados, los bancos de madera ayudaron a formar familias, sus míticos alcanforeros abrazaron el orgullo geográfico, las fuentes de agua transparentaron las necesidades de crecimiento y las referencias históricas formaron un real calendario memorial.

En sus esquinas y veredas laterales hay edificios típicos de ciudades del interior argentino: municipalidad, iglesia, bancos, escuela, biblioteca, bares y oficinas públicas. Otros lugares podrán ser parecidos, pero cada uno conserva costumbres arraigadas.

El mástil central, con las placas alegóricas, ayuda a resaltar las escalinatas linderas junto a farolas que vislumbran ese esperanzador camino futurista.

Se puede comprobar la existencia del ceibo como flor nacional, la elegancia del palo borracho, el aroma del árbol de Judea, la sombra del plátano y otras raíces veinticinqueñas que pocos conocen.

Al respecto, hay un cofre bajo tierra que deberá ser abierto durante la celebración de los 200 años del partido de 25 de Mayo, el todavía lejano 8 de noviembre de 2036.

Allí existen mensajes de un programa radial de época donde se contaron relatos y augurios, para que nuevas generaciones sirvan de nexo entre ese fecundo ayer y el vertiginoso mañana.

Es una de las pocas plazas de pueblos zonales donde por la dirección del tránsito, no se puede dar una vuelta completa en auto, pero sus veredas diagonales permiten caminar y observar la cambiante vida céntrica lugareña.

Epicentro de actos protocolares, musicales, desfiles y celebraciones sin importar motivos ni creencias.

La tecnología hace que ahora los adolescentes se conecten a Internet desde los canteros centrales, las palomas abundan para molestia de algunos y las reuniones de amigos se consolidan sin importar edades.

Todavía perdura la tranquilidad del descanso tras el mediodía o el natural nocturno, ese que genera silencios difíciles de describir y fáciles de interpretar.

INTERIOR PROFUNDO

 “Parece humo que brota de las entrañas de la tierra, pero es la helada del invierno que cubre el verde de la plaza; parece el olvido de película que quema hasta el alma, aunque sea la tórrida siesta de verano en la calle solitaria”, sinteticé alguna vez el panorama pueblerino.

Se trata de la puesta en escena, esa ambientación necesaria para desarrollar sensaciones pese a los riesgos que se corren cuando el cariño lugareño supera los estratos comunes.

Evolucionamos y buscamos horizontes, esos que nos permiten desarrollo humano y profesional para ayudar a los progenitores. Todos tenemos “nuestro lugar en el mundo” para crecer, progresar y disfrutar desde las cosas simples de la vida para un momento de felicidad.

La Plaza Mitre forma parte de bienvenidas inolvidables, parte de una norma forjada y pregonada en el tiempo. Por eso, nuestro terruño puede recibir objetivamente críticas por falencias o inoperancia, pero es inobjetable lo que se siente por el lugar.

Ni mejor ni peor que otros, simplemente único por lo vivido en la niñez y la adolescencia.

El saludo callejero, el valor como persona independientemente de los hechos, el roce social, el caminar lento y la mirada cómplice sobre las baldosas bordó y blanco en rombo que tiene el paseo público.

¿Debemos irnos de la ciudad para darnos cuenta de muchas sensaciones indescriptibles?. Pareciera que así es, hablando en potencial, porque es imposible tener la verdad absoluta en la materia.

La lágrima cuelga cuando a la distancia vemos una foto del lugar, la impotencia crece cuando cancelamos ese viaje previsto de antemano para juntarnos con los nuestros, y el corazón late mucho más cuando un relato nos aproxima a ese ayer.

Describo despojado de rencores sin perder la memoria, con un pasado alejado aunque agradecido por tantos maestros y con esa oxigenación de frescura ante ciertas decadencias. Sobra optimismo, pero golpea la realidad.

Desde lo económico hay un paralelismo inexorable con la oscilante realidad nacional, desde lo social se amplían brechas en sintonía con decisiones políticas, en lo sentimental se aferran cimientos preparados para huracanes.

Los flujos que provoca el “querido” 25 de Mayo son hasta difíciles de comprender, por eso uno pretende que desde la simpleza de un artículo de opinión se logren entender ciertas conductas, no para masificar identidades sino para prolongar la idiosincrasia generacional.

Son los presentes de la ausencia física, son las huellas del arraigo (enlace) .

(*) Periodista, docente comunicacional e hijo adoptivo de 25 de Mayo.