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Movilizados por la fe

Columna / Sociedad

Por Tomás Vera (*)

Para mí no fue tan emocionante en principio la llegada del Papa Francisco a Río de Janeiro como la cantidad de jóvenes reunidos por Jesús. Esto era impresionante.

Tomi, autor de la columna
Jorge Bergoglio nos venía diciendo lo mismo siempre, y si vos lo habías escuchado en Argentina, ya sabías lo que pedía !!!

Todo lo sucedido en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) fue movilizante. Se va acumulando todo lo vivido en el día a día y es difícil de describir. Fue algo tan grande, pero tan grande, que es imposible decir qué fue lo que más impactó.

Me impresionó presenciar los momentos de silencio y escucha de Francisco, la sencillez que tiene siendo quien lleva adelante a toda la Iglesia Católica. Él no se ponía como el centro de atención sino que parecía que estaba atento a los demás.

El día de la partida, nos reunimos todos los jóvenes de la diócesis de Santo Domingo en la ciudad de 9 de Julio y tuvimos una misa juntos en Bragado. Pero durante el viaje, tuvimos nuestra misa de bienvenida en Camboriú.

Allí sentí por primera vez el abrazo fraterno de nuestros hermanos brasileños. Fue muy alegre y emocionante. Sin saber hablar en portugués, tomamos un librito y nos pusimos a cantar.

Junto a la uruguaya hermana Rosario
Ni bien llegamos a Río de Janeiro no pudimos entrar porque estaba llegando el Papa y nos quedamos hasta tarde esperando en un lugar como si fuera (por ejemplo) el Parque Industrial.

Allí tuvimos otra misa con hermanos chinos y de otras nacionalidades de habla hispana. El sacerdote que la presidió era brasileño pero hablaba los tres idiomas. La Misa la dio en español pero los momentos en los que todos debíamos comprendernos como son la homilía y el padrenuestro, los hizo en chino y español.

Los cantos fueron en español y tocamos todos los chicos que teníamos guitarras (un coro improvisado), pero al final, los chinos nos regalaron una canción en su idioma que nos hizo emocionar a todos.

Ya en la misma Río de Janeiro para establecernos, en la parroquia que nos tocaba, se cayó el sistema preparado y no se sabía quién tenía que ir a dónde !!!. Fue ahí que el padre Miguel y la hermana Anabel tuvieron el ingenio para combinar lugares con peregrinos.

Nos recibieron de una forma asombrosa, muy cálidos y no dudaron en ningún momento en ayudarnos y estaban atentos a todo lo que necesitábamos. Viví junto con Eduardo Montecchia por siete días en la casa de Denise, una señora viuda, mamá de Matheus y Larisa, chicos más o menos de nuestra edad. Siempre les estaré agradecido y sigo teniendo contacto con ellos.

Exterior en la Catedral de Río de Janeiro
El martes 23 de julio por la mañana fuimos a buscar los "kits" que entregaban a los peregrinos. Cada uno tenía cuatro libros de oraciones, concientización e información pertinente para el peregrino, una mochila, dos tarjetas que nos proporcionaban crédito para comida y viajes, una remera, la cruz, una gorra y una cantimplora.

A la tarde fue nuestra misa de apertura en la playa de Copacabana en la que también se rezó en un idioma por continente. Allí fueron todos los encuentros masivos. El 24, 25 y 26 de Julio por la mañana tuvimos las catequesis, encuentros en distintos centros donde estaban inscriptos los peregrinos y divididos por idiomas, en las que jóvenes animaban, un obispo daba una charla y a veces había testimonios de jóvenes.

El día del encuentro del Papa con los argentinos estuvimos fuera y dentro de la catedral de Río de Janeiro (yo no pude entrar) pero se escuchaba.

Antes de la vigilia, para poder estar cerca al Altar Mayor, nos fuimos a acampar desde la noche a la playa y estuvimos bastante cerca. Es imposible describir la emoción que teníamos de estar entre tanta gente cantando, alabando, conversando como te permitían los idiomas.

Vigilia por el Papa Francisco
Los últimos actos fueron de mucha alegría para mí y notaba que también para los que estaban cerca mío. Finalizada la última misa, cuando el Papa nombró el próximo país de la JMJ, sin dudarlo todos dijimos: VAMOS !!!. Y esperamos poder lograrlo.

El regreso a Argentina en el mismo colectivo, como era de esperarse, fue más tranquila por el cansancio, pero pudimos pasar por el santuario de Aparecida –estado de San Pablo- (como si fuera nuestro Lujan) y tuvimos otra misa más en Camboriú.

Esto se repitió a nuestra llegada a Bragado, punto donde terminaba el viaje. Tuvimos una muy cálida recepción por toda la gente de allí y por parte de algunos padres de 25 de Mayo que fueron a buscarnos.

Los lazos que se formaron en el viaje son fuertes y espero que sigan así por mucho tiempo.

(*) Estudiante del Instituto Universitario Nacional de Artes (IUNA), autor de esta columna para “Diálogos” Weblog a modo de transmitir una experiencia inolvidable en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), realizada recientemente en Brasil.