Columna / Sociedad
Por Mónica Rocco (*)
Escribir sobre mi
papá es una aventura especial, es recorrer su vida, nuestros recuerdos.
Al hacerlo, me encuentro con
un mundo sensible que lleva la camiseta de San Lorenzo, el sentimiento del tango, el amor por la familia, las plantas y los perros; recuerdo aquella vez en la que le pregunté qué regalo quería para un cumpleaños y me respondió con total naturalidad: “No hay mejor regalo que se le pueda hacer a una persona que un perro”.
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Abel Rocco y la ternura de su hija |
Tengo de él la misma manera de sensibilizarme frente a situaciones que
involucran afectos, cubriendo los ojos de lágrimas con mucha facilidad.
Somos “lacrimógenos” por naturaleza y creo que una de sus nietas,
Violeta, continúa con esta herencia.
Admiro su personalidad relajada, su buen humor y también su memoria asombrosa; creo, sin exagerar, que recuerda palmo a palmo todo lo que conoció.
Es como una
agenda viviente: teléfonos, patentes, fechas, aniversarios, ni hablar de equipos, goles y campeonatos de su San Lorenzo querido y la lista continúa.
Conozco su
pasión por el oficio de sastre, el cual, si bien fue una elección casi forzosa por el fallecimiento temprano de su padre, me comentó hace muy poco que lo volvería a elegir haciendo quizás otro recorrido de mayor crecimiento.