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Menor rinde

Economía

Estos deberían ser años de bonanza para los productores agrícolas de Argentina.

La demanda mundial de alimentos está creciendo y el país sudamericano es un exportador nato de granos. Pero los ingresos de los agricultores argentinos están cayendo y los rendimientos de la soja están estancados como consecuencia de una alta inflación y de la falta de rotación de cultivos.

Los campos de 25 de Mayo están escalos abajo en relación a los rendimientos de la soja en la región: mientras que diferentes tierras en el partido de 9 de Julio arrojan un rinde de unos 3.600 kilos de soja de primera la hectárea (3,6 toneladas), los de Bragado le siguen con un promedio de unos 3.400 kilos y los de nuestro partido se posicionan en torno a los 3.200 kilos.

Soja lista para su cosecha
Estos son datos fueron aportados a “Diálogos” por representantes de empresas agricultoras encargadas de trabajar tierras en la zona, en momentos que los precios internacionales de la oleaginosa retroceden desde los máximos de semanas atrás.

No son malos los resultados, pero tampoco los que se pudieron esperar desde el optimismo. Sin embargo, están muy por arriba del promedio nacional.

Otra característica es la disparidad de rindes, dado por los cambiantes flujos pluviales en las primeras semanas de siembras.

Para mantener sanos a sus suelos, Argentina necesita sembrar más maíz y poner fin a su adicción al dinero rápido que ofrece la soja. Sólo así podrá estar en condiciones de lograr su objetivo de incrementar la producción total de granos en un 60 por ciento en cinco años.

¿Cómo podrá alcanzarlo?.

Los pesimistas dicen que los cambios necesarios en las políticas se realizarán con demasiada lentitud, si es que se realizan. Los optimistas ven señales positivas, como la reciente modificación del sistema de cuotas de exportación de maíz, cuyo volumen exportable es ahora anunciado de una sola vez y mucho antes de que comience la siembra.

Quien quiera que esté en lo correcto, Argentina -cuya región agrícola pampeana es más grande que Francia- será un actor clave en el mercado mundial a medida que la demanda internacional de alimentos se duplique en las próximas décadas.

Una oferta insuficiente de gigantes de los granos como Argentina, Brasil y Rusia elevaría el riesgo político en mercados emergentes y amenazaría la seguridad global. Las partes más hambrientas de África, por ejemplo, son áreas de desastre permanente y terreno fértil para el surgimiento de extremismos.

Argentina es el tercer mayor exportador mundial de soja, el principal de su aceite -usado en el vigoroso sector de los biocombustibles- y de su harina, que sirve de alimento para ganado.

Pero unas políticas oficiales que alientan la planificación de cultivos a corto plazo y la falta de rotación con el maíz -algo imprescindible para mantener los nutrientes en las tierras- están oscureciendo el horizonte para los inversores.

Desde hace una década, los rendimientos de soja están estancados en aproximadamente 2,6 toneladas por hectárea promedio en Argentina, mientras que los de maíz han crecido hasta alcanzar cerca de cuatro veces esa cifra.

Los productores nacionales se están alejando del maíz y el trigo porque la exportación de ambos cultivos está regulada por el gobierno con un sistema de cuotas que complica la planificación de la siembra.

Casi el 65 por ciento de la región agrícola de Argentina está sembrada con soja, mientras que lo ideal sería que abarcara el 50 por ciento, según especialistas.